Juan Nieri, un inmigrante italiano que ha concretado su sueño
Vecino de Dock Sud, es todo un ejemplo de vida. Alguien que ha logrado todo lo que se propuso. Cuanto más se alejaba de su tierra, don Juan se iba convenciendo de que su sueño estaba cada vez más cerca. Y aunque sentía que había cometido un crimen, al mismo tiempo, intuía que estaba haciendo lo correcto. El barco en el que cruzó el océano atlántico lo sacudió bastante fuerte, presagiándole un futuro intenso y ajetreado. Atrás quedarían sus padres, los hermanos, los tíos, los amigos y una patria devastada por la guerra.
Los ruegos de su madre para que se quedara en Italia no pudieron contrarrestar los promisorios augurios de un tío, que le había vaticinado con gran clarividencia que la Argentina era un país hecho a su medida.
“En Italia yo estaba bien, y acá estoy bien. La verdad es que no me puedo quejar. Tenía 24 años cuando vine, en 1949. En Italia estaba todo roto, y el país no empezó a trabajar enseguida. Yo cantaba ópera, porque me gustaba, pero no daba para estudiar música o canto, porque uno de mis hermanos había estado peleando en la guerra. Allá era ebanista”, recuerda con nostalgia don Juan Nieri, quien cumplirá sus primeros 87 jóvenes años, el próximo 25 de agosto.
“Yo venía a hacerme la América”, afirmó Nieri. “Mi mamá no quería que me viniera, pero me vine igual. Ella no entendía por qué quería venirme. Me decía: Tenés tu casa, tu oficio, una mujer que trabaja como modista (hacía vestidos de novia), así que no veo por qué tenés que emigrar. Pero si vas, trabajá fuerte, con ganas. Como si fueras a vivir 100 años. Porque el trabajo es una bendición de Dios. Y aunque no te guste, pensá que lo hacés por amor a Dios y en descuento de tu pecado”.
Don Juan pensaba en volver a verla, pero falleció a los 5 años de haberse venido para acá. “Entonces me quedé muy mal con todo eso y le dije a mi padre: hago de cuenta que maté a uno en Italia y me dieron 30 años de cárcel. Ahora tengo que descontar la pena”, prosiguió Nieri, el menor de 6 hermanos (3 mujeres y 3 varones).
Con todo para ganar y sin nada que perder, Nieri vino a la Argentina “a probar cómo era”. En el peor de los casos pegaría la vuelta. Pero no le temía a lo desconocido, porque tenía algunas buenas referencias de aquí.
“Yo conocía a una familia que estaba acá en La Boca, donde venía la mayor parte de los inmigrantes, y me vine a vivir con ellos. Me casé de apuro, porque no podía dejar a mi señora con mi madre siendo mi novia. Recuerdo que en el viaje, me hizo muy mal el barco. Y cuando llegué, me dieron $ 5 para mandar mi primer carta a Italia”, comentó el inmigrante proveniente de Lucca – Toscana.
Asimismo, su tío Pablo, el menor de los hermanos de su padre, que ya había vivido en nuestro país, le decía que Argentina era tierra santa para venir a trabajar. Vos ocupate de trabajar y no critiques a los que no trabajan. Así vas a tener más trabajo para vos y vas a poder poner tu taller como querés, le instaba.
Dando por descontado el tema de la actitud frente al trabajo, a don Juan le intrigaba saber qué se comía por estas latitudes. Y su amor por la Argentina comenzó a sellarse definitivamente cuando descubrió el bife a caballo, un seductor -y drástico- contraste frente a tantos años de comer “polenta con bacalao”.
Nieri aseguró: “Argentina me dio todo y nunca me sentí inmigrante”.
Lo cierto fue que 14 meses más tarde, vino su esposa Liliana, a quien recibió en una modesta casa de chapa. Aunque a ella no le importaba otra cosa más que estar a su lado.
Juan arrancó haciendo lo que sabía, en su propia carpintería, en el barrio de La Boca. “Pero los trabajos que entregaba le iban dejando una pila de pagarés sin cancelar. La producción caminaba, pero lo que no funcionaba era la cobranza. Si seguíamos así, nos íbamos a fundir”, reconoció el empresario.
Entonces Nieri tomó contacto con un conocido de su tío, el Sr. Plinio Pagni, que trabajaba para Esso. Y él le ofreció pintar los surtidores de las estaciones de servicio de la empresa en el ámbito de Capital y Gran Buenos Aires. Nieri explicó que “al principio se pintaban todos a pincel y luego se le ponían calcomanías”.
Desde La Plata hasta Zárate, durante 4 años, me la pasé pintando surtidores junto a un ayudante, que había sido el mejor empleado que tenía en la carpintería”.
“Luego vinieron la Shell y la Compañía General de Combustibles para que les pintara también, porque veían que mi trabajo estaba bien hecho. Y ahí me hice fuerte. No veía la hora de llegar a Dock Sud, porque siempre me había gustado. Y acá me quedé”, agregó.
Más tarde, el Sr. Morley -un inglés, capo de Shell, le dijo: Nieri, usted no sólo tiene que pintar surtidores. Tiene que repararlos. “Y yo le respondí: Pero, ¿Usted sabe que yo soy carpintero? (Risas) Así empezamos a restaurar los surtidores que estaban en uso, los reinstalábamos y les hacíamos el mantenimiento. Y mientras, iba haciendo el taller que tanto había soñado”, rememoró, orgulloso don Juan.
Il suo sogno (Su sueño):
Fue así que don Juan fundó Nieri Surtidores y, desde entonces, todo marchó -como él mismo manifiesta- “viento en popa”. Fanático de la navegación, Nieri tuvo el privilegio de abordar los legendarios y glamorosos cruceros transatlánticos “Eugenio C” y “Federico C”, y tiene una réplica de este último en su terraza, en el tanque de agua, que se ve a simple vista en las cercanías de las calles Juan Pablo Angulo y Debenedetti.
A esta altura, sus hijos, Lorenzo y Roberto, y sus nietos, que también se han ido metiendo en el negocio familiar le piden que deje de trabajar. Pero él sostiene alegremente que “el trabajo no mata a nadie”.
“El médico me que dice que estoy bien y bromea que si sigo así, voy a pasar los 100 años. Y yo le digo ¿Pero cuánto? ¿10 minutos? ¡No! Quisiera poder tirar un par de años más. (Sonríe cómplice)”.
Gracias a su intachable trayectoria empresarial y personal ha sido declarado por el gobierno de Italia como “Cavaliere de la República Italiana”, condición que ha reivindicado en nuestro país con trabajo, honestidad y generosidad.
Pero por si fuera poco, también se ha dado el lujo de hacer realidad su verdadera asignatura pendiente: el canto. Es que hace pocos años pudo concretar la grabación de algunas de sus canciones preferidas en CD. Sus temas se suelen escuchar en el programa dominical Italia canta, que se emite por radio Independencia, una emisora comunitaria de la localidad de Lanús. O también se pueden descargar de la página de Nieri: http://ilmiosogno.com.ar/.
Don Juan se sorprende de sí mismo y cree que su voz “ya debería estar oxidada”. Pero el tenor sigue deleitando a su público porque canta con il cuore.
Nació para trabajar y cantar. Juan Nieri es todo un ejemplo de vida. Alguien que ha logrado todo lo que se propuso.
Un inmigrante italiano que ha concretado su sueño.